ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

25 de marzo de 2010

AHORRAR O ADMINISTRAR


AHORRAR: 1. Reservar alguna parte del gasto ordinario. 2. Guardar dinero como previsión para necesidades futuras. 3. Evitar un gasto o consumo mayor.
ADMINISTRAR: Graduar o dosificar el uso de algo, para obtener mayor rendimiento de ello o para que produzca mejor efecto.
Y me pregunta Arpelio, mi gnomo preferido: ¿Qué quieres decir con esto, Voz? ¿A qué esa incursión en el Diccionario?.
La respuesta es bien sencilla. Escucho a sesudos economistas en el programa 59 segundos, hablar de economía. De la conveniencia o no de subir el IVA. El programa del Gobierno de Economía sostenible. De la proa que nos han puesto en Europa, sobre todo Alemania y Francia. De la aclaración que le han pedido de ese proyecto al Sr. Zapatero. Y escucho con atención. Son estos señores, ya talluditos casi todos, avezados en el arte de la economía. Tienen, han tenido o tendrán puestos importantes. Hablan de Japón, del problema de Grecia, al que pretendemos ayudar con 2.000 millones de euros (yo creía que no teníamos dinero) y de que lo que al país heleno le ocurre lo vamos a heredar nosotros y Portugal.
También escucho que el consumo se ha reducido, pero que se ha estancado, es decir, ni sube ni baja. Y eso parece que es bueno. Luego escucho la palabra mágica. Dicen que gracias a la subida de los impuestos y por tanto de los precios, llegaremos en España al ahorro.
¡Me quedo muerto, morío, matao! Como dice mi amigo JaviGrillo.
Menos mal que hay alguien que sale y explica un poco este tema. Bueno, primero dice que él hace ya años y antes de que le dieran el infarto que lo retiró de la política (hablo del cordobés Julio Anguita), él ya decía que se proclamaba Europeo pero no europeísta. Que no compartíamos con el resto prácticamente nada, pero que había que estar ahí.
Pero entonces agarró la palabra malintencionada (según yo) y dijo que ahorrar se tiene en casi todos sitios por guardar algo de dinero. Y no por lo que aquí se quería indicar: los españoles estamos, muchos, en un momento en que recuerdo mi casa cuando pequeño. Se hacía comida, por ejemplo cocido, y teníamos para toda la semana. Una casera los domingos, si había suerte. Embutido, poco, en pan, mucho. Eso es lo que mi madre y tantas otras madres de entonces hacía.
Y eso, señores economistas no es ahorro. Eso es administración. Lo que tienen ustedes que procurar es que tengamos más que administrar para poder darnos algún caprichito. Una cervecita, un poquito de jamón. Que no digo cigalas ni nada de eso.
Y algunos solo tienen para pagar los gastos ineludibles y no las hipotecas ni los préstamos al consumo. Así los bancos no van a capitalizar para invertir. Pero pienso, que si les toca perder un poco, que se aguanten, que siempre son los que ganan.
SED FELICES.

¿TANTO NOS AFECTA?


Después de tantos años vividos… y a la espera de que me queden otros tantos… sigo pensando qué es lo que nos afecta tanto como para que nuestro carácter sea tan cambiante.
Y creo que no hay que ser muy inteligente, aunque sí listo (que no es lo mismo) para darnos cuenta de que no somos nosotros.
Porque nosotros, pobres mortales, trabajadores la inmensa mayoría. Es decir, proletarios, consumidores y sufridos “hipotecos entre comillas”, hemos ido viendo cómo nuestras aspiraciones, esas que de pequeños eran nuestro sueño. Nuestra ilusión. Lo que íbamos contando a todo el mundo cuando nos preguntaban qué queríamos ser de mayores.
Aunque esos primeros deseos fueron cambiando con el tiempo, pero por el simple hecho de que conforme adquiríamos conocimientos del mundo, conforme alimentábamos nuestras neuronas con la información que nos entraba a raudales por todos los medios habidos y por haber. Por los cinco sentidos en suma y porque sólo tenemos cinco… nuestras metas eran distintas. Si de pequeños decíamos poetas, médicos, o curas o monjas, o bomberos, o policías, o vaqueros. O simplemente, seres dedicados a ayudar a los demás, por el simple hecho de que nos nacía así, porque éramos de los que entonces decían “este va pa cura”… Al ir creciendo y asimilando toda esa formación-información, empezábamos a darnos cuenta de que con eso no se comía muy bien, o se comía simplemente.
Y nuestras metas comenzaban a rolar como un barco azotado por un cambio de viento. En lugar de desplegar las velas, las íbamos recogiendo y anudándolas. No fuera que esos vientos las dañaran. Entonces es mejor dejar que el barco navegue por sí solo. Dejarlo que vaya hacia donde las corrientes marinas lo empujen. Y eso nos lleva a desembarcar en un puerto que no es el nuestro, pero que nos acoge y nos sirve de abrigo.
Más tarde, cuando empiezas a ver las cosas desde la atalaya de la edad, te arrepientes de cosas que has hecho, pero mucho más, de las que has dejado de hacer.
Porque esas son las que hubieran henchido tus velas en todo su esplendor, a pesar de los pesares, aún a cambio de no ser tan acomodado como pensabas que te iba a hacer el haberlas recogido.
Y te das cuenta de que la vida al final es lo que tú has decidido que sea, pero que podía haber sido distinta. Otra. Quizá peor. O quizá mejor. Pero ya no tienes tiempo de volver atrás. Ahora estás anclado en ese puerto desde el que ves, con tristeza, el desguace en el que esperan, pacientes, otros barcos que como el tuyo, han llegado al final de su existencia.
Antes o después tú entrarás en él también. Serás desguazado. Sólo piensas en que los mares que has surcado y la gente que ha ido sobre tu cubierta, quizá haya aprendido a navegar en la dificultad. O quizá, si lo has hecho sólo, las piezas que salgan de ese desguace, sirvan a algún otro barco, para ser reparado o quizá, como ejemplo de las cosas bien hechas.
SED FELICES