ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

25 de marzo de 2010

¿TANTO NOS AFECTA?


Después de tantos años vividos… y a la espera de que me queden otros tantos… sigo pensando qué es lo que nos afecta tanto como para que nuestro carácter sea tan cambiante.
Y creo que no hay que ser muy inteligente, aunque sí listo (que no es lo mismo) para darnos cuenta de que no somos nosotros.
Porque nosotros, pobres mortales, trabajadores la inmensa mayoría. Es decir, proletarios, consumidores y sufridos “hipotecos entre comillas”, hemos ido viendo cómo nuestras aspiraciones, esas que de pequeños eran nuestro sueño. Nuestra ilusión. Lo que íbamos contando a todo el mundo cuando nos preguntaban qué queríamos ser de mayores.
Aunque esos primeros deseos fueron cambiando con el tiempo, pero por el simple hecho de que conforme adquiríamos conocimientos del mundo, conforme alimentábamos nuestras neuronas con la información que nos entraba a raudales por todos los medios habidos y por haber. Por los cinco sentidos en suma y porque sólo tenemos cinco… nuestras metas eran distintas. Si de pequeños decíamos poetas, médicos, o curas o monjas, o bomberos, o policías, o vaqueros. O simplemente, seres dedicados a ayudar a los demás, por el simple hecho de que nos nacía así, porque éramos de los que entonces decían “este va pa cura”… Al ir creciendo y asimilando toda esa formación-información, empezábamos a darnos cuenta de que con eso no se comía muy bien, o se comía simplemente.
Y nuestras metas comenzaban a rolar como un barco azotado por un cambio de viento. En lugar de desplegar las velas, las íbamos recogiendo y anudándolas. No fuera que esos vientos las dañaran. Entonces es mejor dejar que el barco navegue por sí solo. Dejarlo que vaya hacia donde las corrientes marinas lo empujen. Y eso nos lleva a desembarcar en un puerto que no es el nuestro, pero que nos acoge y nos sirve de abrigo.
Más tarde, cuando empiezas a ver las cosas desde la atalaya de la edad, te arrepientes de cosas que has hecho, pero mucho más, de las que has dejado de hacer.
Porque esas son las que hubieran henchido tus velas en todo su esplendor, a pesar de los pesares, aún a cambio de no ser tan acomodado como pensabas que te iba a hacer el haberlas recogido.
Y te das cuenta de que la vida al final es lo que tú has decidido que sea, pero que podía haber sido distinta. Otra. Quizá peor. O quizá mejor. Pero ya no tienes tiempo de volver atrás. Ahora estás anclado en ese puerto desde el que ves, con tristeza, el desguace en el que esperan, pacientes, otros barcos que como el tuyo, han llegado al final de su existencia.
Antes o después tú entrarás en él también. Serás desguazado. Sólo piensas en que los mares que has surcado y la gente que ha ido sobre tu cubierta, quizá haya aprendido a navegar en la dificultad. O quizá, si lo has hecho sólo, las piezas que salgan de ese desguace, sirvan a algún otro barco, para ser reparado o quizá, como ejemplo de las cosas bien hechas.
SED FELICES

No hay comentarios:

Publicar un comentario