ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

15 de marzo de 2010

PARA TODA LA VIDA


Un día vemos la luz por primera vez. Y sufrimos. Porque abandonamos un lugar cálido y acogedor, donde estamos a salvo de todo lo externo. Sufrimos porque entramos en un mundo desconocido. No lo sabemos, quizá solo lo intuimos. O quizá sí lo sabemos, pero después no nos acordamos.
Yo pienso en que hay varias etapas en la vida del ser humano: Una cuando somos engendrados y comienza nuestra gestación. De 7 a 9 meses de estancia en el vientre de nuestra madre. Cuidados, mimos, cariño… Siempre y cuando hablemos de un embarazo deseado. Dicen que incluso si nos hablan y nos cuentan cosas o si nos cantan o ponen música, pasa a nuestra memoria, a nuestro cerebro. No lo sé, porque creo que ni un mínimo recuerdo de esa fase de nuestra existencia queda almacenado en nuestro cerebro. Al manos a nivel consciente.
Segundo: Nacemos. Momento como he dicho en que sufrimos el shock del paso de un silencio acogedor y dulce a un mundo ruidoso e incómodo. Pasamos más de la mitad de ese tramo de vida, llorando, haciendo caca y pipí y mamando. O tomando el biberón, pero mejor si mamamos. Que como la leche materna no hay nada. Y además, nos permite mirar a los ojos a nuestra madre. Es una mirada larga, dulce, de esas en que maldita la falta que hacen las palabras. Pero, de ese segundo tramo de vida, tampoco guardamos ningún recuerdo. Ni siquiera sensaciones. Por lo menos en el consciente, que quizá el subconsciente se acuerde de algo. Tendré que preguntarle el día que me tope con él.
Son mínimo 2 ó 3 años. A partir de ahí dicen que comienza a formarse el carácter del niño y que influye cómo se le trata, cómo se le habla y cómo se le hace ver la vida. Por muy pequeñín que sea.
Del cariño y del trato de los padres, hermanos y familiares, dependerá cómo se comporte de ahí en adelante. De qué manera se desarrollará su vida, su aprendizaje y sus facultades.
Eso es lo que sabíamos hasta ahora. Lo que siempre hemos creído. Hoy resulta que la vida de una criatura, puede verse envuelta en los reveses familiares y tener que prescindir del padre o de la madre, en el entorno diario. Visitas esporádicas permitidas. Saltos de un hogar a otro. Conocimiento de una segunda madre y/o un segundo padre. Vale, hasta ahí todo normal. Es la vida de hoy. Es la sociedad que se comporta así.
Pero hay algo que no sabemos ver, por lo menos una gran mayoría. Los ojos de un niño. La alegría o la tristeza. Cuando nos envían una foto de los niños que pasan hambre, que están totalmente desnutridos, famélicos y enfermos. Con unos ojos enormes que claman por un poco de amor y cariño, borramos inmediatamente el e-mail. ¿Por qué lo hacemos? Por cobardía. Por miedo. Y nos prometemos no volver abrir un correo de ese tipo.
Miremos sólo a nuestro alrededor. Esos mismos ojos, aun sin pertenecer a un cuerpo desnutrido y ajado prematuramente. Sin ser los de un niño sin padres, abandonado. Sin corresponderse con ninguna foto por el color de la piel… Son los de tantos y tantos niños a los que no se presta la atención que merecen. A los que no se les concede la atención mínima necesaria y se dejan al cuidado de la tele y de los juegos. Un simple abrazo, un par de besos y un cariño infinito que se puede dar con sólo una mirada, sería para ellos algo más importante que vivir. Porque vivir triste no es vivir. Vivir triste, sin cariño es pagar los pecados cometidos por otros seres que, no siendo responsables, jugaron a poner en el mundo niños que son infelices.
Pensad en ello, pensad y…
SED FELICES