ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

21 de abril de 2010

DEJA SECAR LA IRA, Anónimo


Mariana se puso toda feliz por haber ganado de regalo un juego de té de color azul.
Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino bien temprano a invitarla a jugar. Mariana no podía pues saldría con su madre aquella mañana.
Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio en que vivían.
Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota.
Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá "¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juguete y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo".
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo:
"Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó.
¿Recuerdas lo que dijo tu abuela? Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha.
Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo".
Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver el televisor.
Un rato después sonó el timbre de la puerta...Era Julia, con una caja en las manos y sin más preámbulo ella dijo:
"Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta?
Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero el se enojó y destruyó el regalo que me habías prestado.
Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¡Espero que no estés enojada conmigo. No fue mi culpa!“
"¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó! Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo ensuciado de lodo".
Nunca reacciones mientras sientas ira. La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como ellas realmente son. Así evitarás cometer injusticias y ganarás el respeto de los demás por tu posición ponderada y correcta delante de una situación difícil.
Acuérdate siempre: ¡Deja la ira secar!
SED FELICES.

20 de abril de 2010

HISTORIA DE DOS HERMANOS, ANÓNIMO


Esta es la historia de un par de hermanos que vivieron juntos y en armonía por muchos años.
Ellos vivían en granjas separadas, pero un día…
Cayeron en un conflicto, este fue el primer problema serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua.
Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo … hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.
- Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".
-"Sí", dijo el mayor de los hermanos, "tengo un trabajo para usted.
Mire al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor.
La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvío el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor.
¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más."
El carpintero le dijo: "creo que comprendo la situación".
El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.
Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó.
No había ninguna cerca de dos metros. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo.
Era una fina pieza de arte, hasta con pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo:
-"Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho.”
Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas.
-"No, espera". "Quédate unos cuantos días tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero.
"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".
Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos, muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimientos,
No permitas que un pequeño desliz malogre una gran amistad...
Recuerda que el silencio a veces es la mejor respuesta...
Una casa feliz es lo que más importa. Haz todo lo que esté a tu alcance para crear un ambiente en armonía.
Recuerda que la mejor relación es aquella donde el amor entre dos personas es mayor de que la necesidad que ellas tienen una por la otra.
SED FELICES

16 de abril de 2010

LA APARIENCIA NO LO ES TODO, RELATO ANÓNIMO

A veces la apariencia no lo es todo... John Blanchard se levantó de la banca, alisó su uniforme de marino y estudió a la muchedumbre que hormigueaba en la Grand Central Station . Buscaba a la chica cuyo corazón conocía, pero cuya cara no había visto jamás, la chica con una rosa en su solapa.
Su interés en ella había empezado trece meses antes en una biblioteca de Florida. Al tomar un libro de un estante, se sintió intrigado, no por las palabras del libro, sino por las notas escritas a lápiz en el margen. La suave letra reflejaba un alma pensativa y una mente lúcida. En la primera página del libro, descubrió el nombre de la antigua propietaria del libro, Miss Hollis Maynell
Invirtiendo tiempo y esfuerzo, consiguió su dirección. Ella vivía en la ciudad de Nueva York . Le escribió una carta presentándose e invitándola a cartearse. Al día siguiente, sin embargo, fue embarcado a ultramar para servir en la Segunda Guerra Mundial.
Durante el año y el mes que siguieron, ambos llegaron a conocerse a través de su correspondencia. Cada carta era una semilla que caía en un corazón fértil; un romance comenzaba a nacer. Blanchard le pidió una fotografía, pero ella se rehusó.
Ella pensaba que si él realmente estaba interesado en ella, su apariencia no debía importar. Cuando finalmente llegó el día en que el debía regresar de Europa, ambos fijaron su primera cita a las siete de la noche, en la Grand Central Station de Nueva York . Ella escribió: "Me reconocerás por la rosa roja que llevaré puesta en la solapa." Así que a las siete en punto, él estaba en la estación, buscando a la chica cuyo corazón amaba, pero cuya cara desconocía.
Dejaré que Mr. Blanchard relate lo que sucedió después: "Una joven venia hacia mí, y su figura era larga y delgada. Su cabello rubio caía hacia atrás en rizos sobre sus delicadas orejas; sus ojos eran tan azules como flores. Sus labios y su barbilla tenían una firmeza amable y, enfundada en su traje verde claro, era como la primavera encarnada.
Comencé a caminar hacia ella, olvidando por completo que debía buscar una rosa roja en su solapa. Al acercarme, una pequeña y provocativa sonrisa curvó sus labios. "¿Vas en esa dirección, marinero?" murmuró. Casi incontrolablemente, di un paso para seguirla y en ese momento vi a Hollis Maynell . "Estaba parada casi detrás de la chica. Era una mujer de más de cuarenta años, con cabello entrecano que asomaba bajo un sombrero gastado. Era bastante llenita y sus pies, anchos como sus tobillos, lucían unos zapatos de tacón bajo." "La chica del traje verde se alejaba rápidamente. Me sentí como partido en dos, tan vivo era mi deseo de seguirla y, sin embargo, tan profundo era mi anhelo por conocer a la mujer cuyo espíritu me había acompañado tan sinceramente y que se confundía con el mío.
Y ahí estaba ella. Su faz pálida y regordeta era dulce e inteligente, y sus ojos grises tenían un destello cálido y amable. No dudé más. Mis dedos afianzaron la gastada cubierta de piel azul del pequeño volumen que haría que ella me identificara. Esto no sería amor, pero sería algo precioso, algo quizá aún mejor que el amor: una amistad por la cual yo estaba y debía estar siempre agradecido.
Me cuadré, saludé y le extendí el libro a la mujer, a pesar de que sentía que, al hablar, me ahogaba la amargura de mi desencanto. "Soy el teniente John Blanchard, y usted debe ser Miss Maynell . Estoy muy contento de que pudiera usted acudir a nuestra cita. ¿Puedo invitarla a cenar?"
La cara de la mujer se ensanchó con una sonrisa tolerante. "No sé de que se trata todo esto, muchacho," respondió, "pero la señorita del traje verde que acaba de pasar me suplicó que pusiera esta rosa en la solapa de mi abrigo. Y me pidió que si usted me invitaba a cenar, por favor le dijera que ella lo esta esperando en el restaurante que esta cruzando la calle."
No es difícil entender y admirar la sabiduría de Miss Maynell. La verdadera naturaleza del corazón se descubre en su respuesta a lo que no es atractivo. "Dime a quién amas," escribió Houssaye , "y te diré quién eres.".

15 de abril de 2010

ME GUSTA DAR LA VARA


Circulo con mis garras preparadas y compruebo que es demasiado difícil comprender a la gente. Aparte de que no nos esforzamos en hacerlo.
Miro hacia mi ombligo y compruebo que lo difícil es conocerse a sí mismo. Más incluso que a los demás. Y comparo mis miradas. Entre una y otra encuentro que es muy complicado, porque no entendemos a nuestro ombligo.
A las personas las oímos no las escuchamos. No tenemos tiempo que perder porque nuestro ombligo nos llama a voces. Nos impele a que centremos toda nuestra atención en él.
Y realmente qué poco nos tiene que decir. Si no he conseguido escucharlo (que sí oírlo) porque estaba demasiado ocupado en las gilipolleces que me ocupaban mi tiempo, ¿cómo iba a prestar ni un mínimo de atención a quien me intentaba decir cosas?
Y que si no las decían, las demostraban. Porque se mueven y expresan sus sentimientos con miradas, con gestos y con actitudes. Pero para sentir todo eso tendría que haber estado dispuesto. Y no lo estaba.
Y ahora que mi tiempo siento que me lleva más al final que al principio. Cuando reconozco que he perdido muchas horas alrededor de mi ombligo que no deja de ser un agujero donde, si no te lavas con cuidado, se acumula la suciedad en forma de pelotillas, me doy cuenta de lo que me he perdido.
Porque él no tiene nada que decirme si no capto antes lo que los demás me dicen. Porque mi ombligo es un puro desastre ya que no ha aprendido nada, porque yo no tenía nada que enseñarle.
Hoy inicio este programa con la intención de escuchar lo que la gente que me rodea, la conozca o no, tiene que decirme. Quiero escucharla con toda la intensidad de que sea capaz.
Y luego transmitir aquí mis sentimientos y mis sensaciones.
Volveré mañana para iros diciendo lo que he aprendido.
SED FELICES.

14 de abril de 2010

RECORDANDO...

Hace un par de años tuve una experiencia inolvidable. Interpreté un papel en un cuento universal, Caperucita Roja. Y con un papel tierno donde los haya, El Lobo.
Enfrente 350 personas (niños, padres y abuelos).
Anteriormente el papel era otro, bueno eran dos, Buttarelli y el Escultor en D. Juan Tenorio de Zorilla. Muchas representaciones ante distinto número de espectadores, pero con mayoría de adultos.
En El Tenorio seriedad en el público, expectación. Lógico. Quien va a ver a Don Juan, en la mayoría de los casos, conoce la obra. Y no pasa una. Se lo sabe paso a paso, verso a verso (me acuerdo del poeta cuando digo esto) y has de andar con pies de plomo (aunque siempre lo hagamos). Pero los tienes allí atentos desde el principio. Pendientes de cómo se desarrolla la obra y te brindan, si lo creen conveniente, esos aplausos que tú esperas desde que comienzas con tu papel. Desde que te metes en la piel del personaje y le das todo lo que tienes.
Otra suerte es que la directora de la compañía, Elvira Pineda, exprime al actor. Sabe lo que quiere de él. Y sabe dirigirlo con mimo, unas veces, o con mano firme, en otras muchas. Exige y se exige. Te lanza y te sublima. Pero siempre tienes su mano a tu alcance, para asirla con fuerza.
Tras el Tenorio, me dijo casi al oído: "Quiero que hagas un papel muy especial". Le contesté igual que cuando me propuso a Buttarelli: "Lo que tú digas". Así, sin más. Confío en ella. Y me lanzó: "Vas a ser el lobo en Caperucita Roja". Quedó a la espera, pensaba que le pondría objeciones (soy muy mayor ya para eso, es un papel de cuento de niños). Pero, ay, con sólo 13 años yo anduve por toda España haciendo teatro para niños con una Compañía (Arlequín) y me acordé de lo que es ver disfrutar a los niños.
Y le dije que sí, sin reparos. Comencé con el papel. Ensayos... Me pedía tonos, matices, variaciones, había que llegar al niño. Tenían que captar los cambios de fiereza a ternura. La bondad escondida detrás de esa maldad. El engaño, el querer llevarte a tu bando a esa niña. Cómo ella te gana. El dejarte querer de esa forma. El quedarte después solo y volver a ser lo que realmente eres. ¡Es un todo maravilloso! ¡Es un papel genial! Y me di en cuerpo y alma.
Y debuté un domingo, a las 12, en un teatro maravilloso, precioso y coqueto, el Teatro Bernal de El Palmar.
Ya lo dije, niños, padres, abuelos. Y todos esperando a ver qué pasaba. ¡Qué difícil (pensé) conseguir su silencio, su atención! Pero, oh milagro, una niña de 2 años que debutaba, una caperucita dulce y cariñosa con su madre y con su hermanita. Y la salida de un lobo fiero y despiadado... Y aquel público se entregó. Y de qué manera.
Luego el Tomate en La Princesita Tristona. A continuación, escribí una versión de Juan Sinmiedo, haciendo, además el Rey y el Ogro. Al final 4 obras en las que disfrutar del teatro. Sin contar que llevo el camión allá donde nos desplacemos.
Gracias, Elvira, gracias público y gracias familia que me han apoyado.
¡Jamás olvidaré el día que volví a ser aquel actor aficionado de 13 años!
¡Hoy tengo 60, pero sigo siendo igual de aficionado y con el mismo corazón joven y alegre! Al final sigo siendo el niño que siempre me han echado en cara ser.
SED FELICES.