ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

26 de febrero de 2010

¡QUÉ HERMOSA ES UNA LÁGRIMA!


Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua una lágrima es: cada una de las gotas que segrega la glándula lagrimal. O también: objeto en forma de gota, especialmente cada uno de los adornos de cristal que penden de ciertas lámparas.
Los sinónimos, no es que sean muchos, pero los hay: lloro, llanto, lamento, sollozo, desconsuelo, berrinche, perra, sufrimientos, padecimientos, hieles. Y sin embargo no hay ni un solo antónimo. Extraño, ¿verdad? No hay nada contrario a la lágrima. La lágrima por tanto es única, exclusiva. No tiene contrario. No tiene, por tanto, rival.
Lloramos de rabia, de frustración, de dolor, de angustia. Y lloramos a grifo abierto, a raudales. O bien, fingimos que lloramos, las famosas lágrimas de cocodrilo.
Todas esas lágrimas pasan inadvertidas. Quiero decir, que salen al exterior de forma extemporánea, sin que sintamos la lágrima en sí. Es difícil de explicar, pero lo intentaré. Cuando es por cualquiera de estos motivos, sentimos el dolor o cualquier otro sentimiento, pero no la lágrima. Esa va por su cuenta. Es un acto reflejo.
Yo quiero hacer hincapié cuando digo qué hermosa es una lágrima, a esa que brota de lo más profundo de nuestro ser en ciertos momentos.
Cuando nace un hijo nuestro, cuando sentimos ternura hacia alguien o hacia algo. Hacia un acto, en un momento feliz. En ese momento íntimo en que nos encontramos con nosotros mismos, sin saber bien por qué. Es algo que nace desde el pecho, que nos sobrecoge, nos oprime la garganta, hace que tiemblen los labios y termina en una lágrima débil, casi imperceptible. Nos nubla la vista, hace que parpadeemos y entonces resbala de forma lenta hacia la comisura de los labios recorriendo nuestras mejillas y sentimos ese sabor salado.
Ese momento es sublime. Es algo que nos hace sentirnos humanos, sensibles y buenos. Puros, limpios, capaces de sentir que es lo más hermoso que hay en el mundo.
Quizá sea un momento muy pequeño, casi insignificante, casi imperceptible. Pero en ese momento, en esos segundos, cuando esa lágrima resbala surcando nuestra piel, y haciéndonos sentir su calor casi abrasador, volvemos a lo que somos realmente. Y no es algo que pertenece a la mujer porque así lo ha decidido la sociedad durante mucho tiempo. Ese sentimiento, ese dulce placer es también masculino. Es de la persona. Nace del alma y del corazón. Y el corazón y el alma son asexuales. Son la expresión más hermosa del amor, puesto que a ellos nos referimos cuando del amor hablamos. Te quiero con toda mi alma. Mi corazón estalla de amor por ti. Son frases que hemos repetido una y mil veces. Quizá no de boca afuera, pero sí para nuestros adentros. Porque los sentimientos se pueden no expresar, pero jamás se dejan de sentir.
Cada vez que noto esa dulce sensación de un par de lágrimas que, incluso a veces, ni llegan a sobrepasar los párpados de mis ojos, pienso lo mismo: ¡qué hermosa es una lágrima!
SED FELICES