ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

24 de marzo de 2010

¿POR QUÉ NOS VOLVEMOS INCRÉDULOS?

Desde que empezamos a tener uso de razón (en cuanto a cuándo sucede eso hay muchas discrepancias), queremos saber. Si no hablamos, miramos, captamos, almacenamos, tocamos, sentimos, saboreamos, escuchamos… Es todo nuevo, es todo vital. Damos manotazos y patadas al aire en un intento de capturar todo lo que pasa alrededor. Nos aferramos a un simple dedo como si fuera nuestra tabla de salvación. Lloramos, reímos. Y dicen que cada llanto tiene una interpretación. ¡Fíjate, han estudiado el llanto de los niños y no la risa, cuando es tan variopinta como el llanto! Pero, no debe interesar mucho la alegría, porque se esfuerzan en estudiar el dolor, la frustración, el hambre, la tristeza… ¿Será porque ese es el futuro que nuestros mayores saben que nos espera?
Cuando nos vamos haciendo mayores, cada vez preguntamos más. Ya queremos respuestas, porque todo nos parece que debe tener una explicación y a pesar de lo que nos digan, aunque esté muy bien disfrazado… cuando es mentira (porque cuando no lo es no hay que disfrazar nada), como que no tragamos. Lo dejamos así como en espera. Y como no nos dan una explicación mejor, pues volvemos a preguntar. Y cuando se repite varias veces, porque un niño no tiene hartura para plantear preguntas, nos cortan con cualquier frase del tipo: ya te enterarás cuando seas mayor. Esto es cosa de mayores. Aunque te lo explique no lo entenderás. Cuando seas grande comerás carne. Y un montón de frases-excusa, que nos dejan igual que estábamos al principio.
Y toda la vida igual. Aprendemos antes a mentir que a andar. Somos capaces de decir lo que presentimos va a ser mejor aceptado por los mayores, aún a sabiendas de que estamos faltando a la verdad.
Es decir, vamos incorporando capas a nuestra concha de galápago.
Yo creo que eso es lo que hace que cuando somos adultos -a pesar de que nos trastean todo lo que quieren, nos mienten más que hablan, nos engañan con caramelos envenenados y encima nos tratan como si fuéramos tontos- pasemos por la vida como si fuera un feria en la que quienes tienen los premios jugaran con nosotros. Los que poseen las atracciones nos llamaran y nos convencieran de que eso que hay dentro es lo mejor del mundo, aunque cuando entremos nos llevemos un chasco, porque es un simple espejo que nos hace más gordos o más delgados.
Que, simplemente, jugamos a que crean que juegan con nosotros, porque después de todo y a pesar de nosotros elijamos a quienes nos debían de tratar como personas inteligentes, se empeñen en demostrarnos que ellos siguen pensando que somos tontos.
Y a lo mejor es que sabemos mentir tan bien que se lo creen.
Pero nosotros no. A ver si espabilamos y tomamos las riendas, que ya está bien. ¿O no?
Vosotros… SED FELICES.