ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

9 de abril de 2010

UN DÍA MÁS

Una jornada que comienza realmente no tiene fijada hora. Todo dependerá de a qué hora entramos a currar. Si somos trabajadores nocturnos, diurnos o… ¿habría que decir tardiurnos? Si fuese así habría que llamar a los de Creta cretinos. Y eso no creo que esté del todo bien. O sea que dividamos simplemente en día y noche la jornada de trabajo. El caso es que de una forma u otra, a una u otra hora comienza otro día.
Y van... Ufff, casi da pereza contarlos. Además, son tantos, que sería difícil. Aunque para eso está la hoja de cálculo. Modernidades, ya no utilizamos los dedos desde hace mucho, ni el ábaco, ni el papel y el lápiz, ni sumamos de cabeza. Como mínimo la calculadora. ¿Recuerdan cuando salieron aquellos relojes que permitían hacer operaciones matemáticas? Menudo lío de botones. Aunque para lío los móviles actuales. O los PDA, ufff. Ahí confieso que me pierdo ya. Lo que sí es seguro es que son muchas mañanas nuevas, o jornadas nuevas que en eso hemos quedado. Y vamos al desarrollo de la misma.
Primero, la rutina. Vasito de agua, café, antes de todo eso la expulsión de las aguas residuales acumuladas en el organismo durante la noche... y luego, el café con leche. Y si se pone la cosa a tono, la tostada. Una buena ducha y a la calle a pelear el día.
Eso es lo que cada día hacemos, excepto sábados, domingos y fiestas de guardar. Y los pensamientos, ¡ay, malditos pensamientos! ¡Y el ombligo! ¡Maldito ombligo! Yo voy a hacer hoy... Yo voy a resolver... Yo me encuentro mal... Yo, yo, yo...
Vamos a ver. Retomemos el asunto. Te levantas y miras a tu alrededor. Ves que ha amanecido. O que está por amanecer -que ya sé que alguien dirá que todavía no ha amanecido a las 6 de la mañana o si su jornada es noctura- y todo está en su sitio. Haya o no nubes. Llueva o no. Haga más o menos frío. No te duele nada -o por lo menos nada nuevo- y tu familia aún está en la cama, pero respiran y duermen como benditos.
Y haces todo lo de todos los días, lo de todo el año... Aseo, desayuno, etc. etc. Y te miras al espejo y dices: ¡Jodío, estás más viejo, pero no demasiado! O por lo menos lo piensas aunque no sea cierto. Que también tienes derecho a imaginar que te conservas. Desayunas, te duchas, te vistes y a la calle a pelear un nuevo día.
Pero, tontarreras, sal con buen talante, feliz y optimista. Piensa: ¡Tengo la suerte de vivir un día más y ojala y que me queden muchos!
Y no te preocupes, que por muy de buen humor que salgas, ya habrá mucha gente dispuesta a amargarte el día.
Pues bueno, que sean ellos los responsables, tú no lo empieces mal porque entonces en vez de un mal día, sería un DÍA HORRIBLE.
SED FELICES.