ASÍ PIENSO, ASÍ ESCRIBO

Cada noche, en La Voz Silenciosa, hago un comentario personal. Es este que aquí aparece, con la intención de dejar constancia escrita del mismo.

14 de abril de 2010

RECORDANDO...

Hace un par de años tuve una experiencia inolvidable. Interpreté un papel en un cuento universal, Caperucita Roja. Y con un papel tierno donde los haya, El Lobo.
Enfrente 350 personas (niños, padres y abuelos).
Anteriormente el papel era otro, bueno eran dos, Buttarelli y el Escultor en D. Juan Tenorio de Zorilla. Muchas representaciones ante distinto número de espectadores, pero con mayoría de adultos.
En El Tenorio seriedad en el público, expectación. Lógico. Quien va a ver a Don Juan, en la mayoría de los casos, conoce la obra. Y no pasa una. Se lo sabe paso a paso, verso a verso (me acuerdo del poeta cuando digo esto) y has de andar con pies de plomo (aunque siempre lo hagamos). Pero los tienes allí atentos desde el principio. Pendientes de cómo se desarrolla la obra y te brindan, si lo creen conveniente, esos aplausos que tú esperas desde que comienzas con tu papel. Desde que te metes en la piel del personaje y le das todo lo que tienes.
Otra suerte es que la directora de la compañía, Elvira Pineda, exprime al actor. Sabe lo que quiere de él. Y sabe dirigirlo con mimo, unas veces, o con mano firme, en otras muchas. Exige y se exige. Te lanza y te sublima. Pero siempre tienes su mano a tu alcance, para asirla con fuerza.
Tras el Tenorio, me dijo casi al oído: "Quiero que hagas un papel muy especial". Le contesté igual que cuando me propuso a Buttarelli: "Lo que tú digas". Así, sin más. Confío en ella. Y me lanzó: "Vas a ser el lobo en Caperucita Roja". Quedó a la espera, pensaba que le pondría objeciones (soy muy mayor ya para eso, es un papel de cuento de niños). Pero, ay, con sólo 13 años yo anduve por toda España haciendo teatro para niños con una Compañía (Arlequín) y me acordé de lo que es ver disfrutar a los niños.
Y le dije que sí, sin reparos. Comencé con el papel. Ensayos... Me pedía tonos, matices, variaciones, había que llegar al niño. Tenían que captar los cambios de fiereza a ternura. La bondad escondida detrás de esa maldad. El engaño, el querer llevarte a tu bando a esa niña. Cómo ella te gana. El dejarte querer de esa forma. El quedarte después solo y volver a ser lo que realmente eres. ¡Es un todo maravilloso! ¡Es un papel genial! Y me di en cuerpo y alma.
Y debuté un domingo, a las 12, en un teatro maravilloso, precioso y coqueto, el Teatro Bernal de El Palmar.
Ya lo dije, niños, padres, abuelos. Y todos esperando a ver qué pasaba. ¡Qué difícil (pensé) conseguir su silencio, su atención! Pero, oh milagro, una niña de 2 años que debutaba, una caperucita dulce y cariñosa con su madre y con su hermanita. Y la salida de un lobo fiero y despiadado... Y aquel público se entregó. Y de qué manera.
Luego el Tomate en La Princesita Tristona. A continuación, escribí una versión de Juan Sinmiedo, haciendo, además el Rey y el Ogro. Al final 4 obras en las que disfrutar del teatro. Sin contar que llevo el camión allá donde nos desplacemos.
Gracias, Elvira, gracias público y gracias familia que me han apoyado.
¡Jamás olvidaré el día que volví a ser aquel actor aficionado de 13 años!
¡Hoy tengo 60, pero sigo siendo igual de aficionado y con el mismo corazón joven y alegre! Al final sigo siendo el niño que siempre me han echado en cara ser.
SED FELICES.

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