Todos los días, cuando escucho las noticias. Cuando veo las imágenes de lo que acaece en nuestro entorno cercano y lejano, me doy cuenta de lo que hemos avanzado. Cuando pequeño esperábamos un periódico (no recuerdo si semanal, quincenal o mensual) que traía hasta nosotros los sucesos más sangrientos, explicados de forma retórica y plena de colorido (aunque fuera rojo sangre). Y leíamos y no dábamos crédito a lo que allí se nos narraba. Simplemente nos parecía que todo eso ocurría tan lejos de nosotros que nunca nos alcanzaría.
Hasta que empezó a aparecer Murcia también. Recuerdo el crimen de la estanquera de la plaza de la Cruz Roja. Y yo, que por aquél entonces debía tener como 5 años, no lo leía, pero lo escuchaba a mis mayores, que bajando la voz, decían: ha sido aquí en Murcia. Parece mentira. Y dicen que ha sido… Y comenzaban las cábalas. Las sospechas, las correveidiles de turno que llevaban los rumores de una punta a otra de la ciudad. Es decir, del Barrio (el del Carmen por supuesto) hasta la Plaza de Santa Isabel, que no más allá llegaba el casco urbano de Murcia.
Y después fue in crescendo la violencia, el índice de mortalidad por crímenes. Casos conocidísimos y famosos de por vida. Misterios sin resolver. Pero eso sí, cada vez más y más cerca. Ya no era en la región de Murcia. Ahora se producía en el barrio en que vivíamos. Luego en la calle de al lado.
Y más tarde, no uno, sino dos en un año. Y al mes, y luego casi a diario, como sucede en estos momentos.
Dios, ¿cómo hemos podido llegar a esto? ¿Es esto la globalización? Porque la culpa no es de que antes éramos menos y que los medios no llegaban. No. Antes o después nos enterábamos de lo que pasaba más allá de nuestros límites regionales.
Lo que ocurre es que nos hemos empeñado en conseguir cosas en algunos casos inalcanzables. Y hay quien no se ha dado cuenta de que cuando no se puede, lo mejor es renunciar a pesar del disgusto y la frustración. Que lo que no es para ti, pues simplemente no lo es. Y como decimos en Murcia, lo que es es.
Pues no, ahora incluso la pareja si no es nuestra (porque no puede serlo eternamente, porque cambian los quereres y todo eso), hay algunos que piensan que esto no se puede consentir. Que esto es mío y de nadie más. Y eso, amigo mío (me dirijo al descerebrado que piensa de ese modo) no es así. Como dice el refrán español: Agua que no has de beber… O aún más: A enemigo que huye, puente de plata. Pero, déjalo hombre, déjalo y busca por otros lugares.
Y en el mismo sentido, con el trabajo, con el coche que deseas… que no puedes conseguir por la fuerza lo que no eres capaz por naturaleza o por oportunidades.
Que la vida es como es. Y la felicidad consiste en tomarla de esa forma. Y desgraciadamente, unos vivirán en la opulencia y otros en la riqueza. Y otros en medio, pero felices. Eso sí que está al alcance de todos. Aunque es difícil, lo sé, pero posible. ¿O alguien lo duda? Pues, vamos a intentarlo al menos. Que no digan que no hemos hecho todo lo posible.
SED FELICES
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